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Carta desde mi Fase Lútea

  • Foto del escritor: Paola Carrillo-Bustamante
    Paola Carrillo-Bustamante
  • 1 sept
  • 4 Min. de lectura

Una historia silenciosa sobre el síndrome premenstrual, la conciencia y un cerebro bajo hormonas.


He llorado por una nevera vacía. Por unas llaves caídas. Por una oleada repentina de desesperanza que apareció de la nada. No una o dos veces—sino regularmente. Cada mes. No podía formar una frase simple ni completar tareas básicas en el trabajo. Una y otra vez, como un reloj. Y durante años, no supe por qué.


El tipo silencioso de SPM

No era el tipo de síndrome premenstrual (SPM) que aparece en los memes. No había reacciones dramáticas ni atracones de chocolate. El mío llegaba de forma más sutil, más confusa: niebla mental, agotamiento, y una sensación de que todo era demasiado—o peor, completamente sin sentido.

Solía pensar que estaba fallando como adulta funcional. Me llevó años y tres médicos entender que esto tenía un nombre: la fase luteal. Las dos semanas antes del periodo, cuando los cambios hormonales pueden volver el cerebro un territorio desconocido.


El silencio en torno al ciclo

Crecí en una cultura donde no se hablaba mucho sobre biología femenina. La menstruación se nombraba con eufemismos. Las emociones eran algo que se guardaba para uno mismo o se compartía solo con unas pocas mujeres de confianza: tu madre, tu hermana, tu mejor amiga.

Aprendimos lo básico: bolsas de agua caliente, faltar al colegio, chocolate. Y luego, simplemente seguías adelante.


Pero nadie hablaba de cómo el cerebro podía sentirse como un lugar completamente distinto, simplemente por dónde estás en tu ciclo. Incluso cuando finalmente se lo mencioné a mi médico en Alemania, la respuesta fue tajante: "Así es. Hay que vivir con ello."

Pero ¿por qué? ¿Por qué deberíamos soportar en silencio días—a veces semanas—sin sentirnos nosotras mismas?


Uniendo las piezas

Todo cambió cuando empecé a registrar mi ciclo. (Gracias, Clue.)

Empecé a notar un patrón. Cada mes, los mismos síntomas: comenzaban unos 10 días antes de mi periodo y desaparecían unos 5 días antes.

Esto no podía ser SPM, pensé. Era demasiado temprano.

Finalmente, encontré una médica (sí, mujer) que me tomó en serio. Me explicó que se trataba de un tipo común pero poco conocido de SPM, y me recetó un remedio herbal: Agnus Castus. Funcionó. Retomé mi vida. Por fin me sentí nuevamente "normal".

Aun así, no dejaba de preguntarme: ¿Por qué no hablamos de esto?

¿Por qué no se enseña esto en las escuelas? ¿Por qué no forma parte del diseño de los entornos laborales? ¿Por qué seguimos reduciendo el SPM a estar "de mal humor"?


Qué es realmente el SPM

El SPM y su versión más severa, el trastorno disfórico premenstrual (TDPM), son conjuntos de síntomas físicos y emocionales que aparecen en la segunda mitad del ciclo menstrual. No es solo emocional. Y definitivamente no es imaginario.


Aquí está la biología:

Durante la fase folicular (la primera mitad del ciclo), el estrógeno aumenta, favoreciendo la energía, la claridad mental y la estabilidad emocional. La ovulación marca un punto de inflexión.

En la fase luteal (la segunda mitad), la progesterona sube y el estrógeno cae. Si no hay embarazo, ambas hormonas caen en picado antes del periodo. Esa caída—especialmente la del estrógeno, que influye en la serotonina—puede provocar cambios de humor, ansiedad, fatiga, antojos y más. Es el cuerpo respondiendo a la retirada hormonal después de un mes de preparación.


El SPM no es un misterio. Es medible. Estudios sugieren que afecta a aproximadamente 1 de cada 4 mujeres en todo el mundo. Los datos regionales varían, y en algunas zonas, como América Latina, los datos poblacionales son limitados—lo cual en sí refleja cómo se pasa por alto este tema.

Qué puede ayudar

Existen tratamientos basados en evidencia. Las primeras opciones incluyen ciertos antidepresivos llamados inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). Éstos ayudan a regular el estado de ánimo durante la fase luteal.

Los anticonceptivos hormonales también pueden ser efectivos, especialmente aquellos que contienen drospirenona y etinilestradiol, en dosis continuas.

Pero un enfoque multimodal suele ser lo más efectivo: terapia cognitivo-conductual, ejercicio regular, nutrición (especialmente calcio) y, en algunos casos, parches de estrógeno.

Remedios herbales como Agnus Castus pueden ayudar en casos más leves. Pero con demasiada frecuencia, el consejo se limita a "come mejor, duerme más y aguanta".

Y eso no es suficiente.

Una nueva frontera

Recientemente, descubrí algo que me pareció revolucionario: una herramienta llamada Nettle, desarrollada por neurocientíficas. Está diseñada no para anular el cerebro durante el SPM, sino para trabajar con él.

La ciencia es esta: nuestros ciclos pueden aumentar la sensibilidad cerebral, alterando el ánimo, la cognición e incluso la percepción del dolor. El cerebro literalmente cambia.

Emilè Raditè, directora de Nettle, lo explicó así:

"Pensemos en las estaciones—primavera, verano, otoño e invierno—y luego en el día y la noche. El cerebro masculino cambia entre día y noche. El femenino tiene ambas: una estación (el ciclo menstrual) y el día y la noche. Ya sabes que una noche en otoño se siente distinta que una en verano."

Nettle es una diadema elegante que usa electrodos suaves para estimular partes del cerebro afectadas durante el SPM. Solo 20 minutos al día han mostrado mejoras medibles en los síntomas.

No es una solución mágica, pero sí una señal clara de que finalmente estamos tomando esto en serio.


Por qué importa

No todas las mujeres sufren de SPM. No todos los hombres lo ignoran. Pero muchas de las que lo viven, lo hacen en silencio.

Espero que esta historia ayude a crear conciencia.

Porque la empatía comienza con la curiosidad. Con escuchar.

Y eso es algo que todos podemos hacer.


Lo que deseo

Deseo que mis hijos crezcan en un mundo donde hablar del ciclo menstrual no sea vergonzoso, sino algo normal.

Donde las mujeres no tengan que "aguantar" los cambios hormonales, sino que cuenten con herramientas, apoyo y comprensión.

Donde todos empecemos a notar esas cosas silenciosas que modelan la experiencia femenina—y decidamos que importan.

A veces, la conciencia es el primer acto de cuidado.

¿Te resonó esta historia?

Si conoces a alguien que podría beneficiarse—una amiga, pareja, hija o colega—compártela.

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